Tras la muerte de Jaume I, negros nubarrones se cernían sobre el próspero “Regne de Mallorques”, pueblo trabajador y amante de la libertad. Apenas había cerrado sus reales ojos el rey Jaume y después de haber dividido legítimamente su reino entre sus dos hijos, Jaume II (Reino de Mallorca) y Pere III (Corona de Aragón), comenzó la reyerta. Pere III, el primogénito, exigió reiteradamente tributo por parte de Mallorca. Exigencia que no se ajustaba en manera alguna a Jaume II como rey de Mallorca con cetro y corona propia. Tras nueve años de reinado de Jaume II y no pocos conflictos, Pere III, manda a su hijo Alfons III a la conquista de Mallorca. Desembarca en 1285 en Sa Porrassa, sin encontrar prácticamente ningún tipo de resistencia. Los mallorquines no eran partidarios de la lucha contra los catalanes, a quienes consideraban un pueblo hermano. Alfons, ordenó tomar la isla por métodos pacíficos y sin utilizar las armas. Envió mensajeros a Palma exigiendo la rendición y dos días después la ciudad capitulaba. Durante la estancia de Alfons en Mallorca, murió su padre, convirtiéndose así en el nuevo rey de la Corona de Aragón. Poco a poco se fueron uniendo los demás pueblos restantes, como homenaje de fidelidad al recién proclamado rey. Todos menos Alaró, último reducto de feroz resistencia, y donde los muros de su viejo castillo moro guardan la historia de un puñado de valientes que fueron fieles hasta el último momento a su rey. El castillo se defendió heroicamente. Ya en la misma puerta de la fortaleza se exigió entrada y capitulación. Alguien pregunto insolentemente en nombre de quién lo hacía:
> Yo, Alfons, rey de Aragón y Valencia - dijo el sitiador
> El “anfós” (mero), en estas tierras se como asado - le contestaron
> ¿Quién es capaz de lanzar semejante desafió? - exclamó Alfons III
> Yo soy Guillem Cabrit y mi compañero es Guillem Bassa, moriremos por nuestro rey Jaume II
> ¿Te llamas Cabrit? - pues yo juro que como un cabrito acabarás, en la parrilla.
Después de sangrientas embestidas, lograron las superiores fuerzas de los enemigos tomar por asalto las murallas moras. El usurpador hizo su entrada en el Castillo de Alaró. Cabrit y Bassa fueron juzgados y quemados vivos en una parrilla en mitad del pueblo. Estos personajes se han convertido en objeto de la devoción popular. Dos mártires que habían luchado y sufrido por su patria. Sus urnas están hoy en la capilla de los Santos Mártires en la Catedral de Palma.

Ilustración de Joan Bestard Tarrassa en el que se representa el martirio de Guillem Cabrit y Guillem Bassa, quienes murieron quemados. (Ayuntamiento de Palma).

Envíado por juankar (06.12.2005 01:26)